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sábado, 22 de febrero de 2014

Las falacias del crecimiento (Introducción)

El capítulo 5 del libro de Herman Daly de 1977, "Steady-State Economics", se titula "Un catecismo de las falacias del crecimiento" que es un magnifico compendio de lo que se pretende transmitir en este blog. No conozco la existencia de una traducción al castellano de está obra por lo que me he permitido realizar una traducción del capítulo citado. Como no soy traductor estoy seguro de que es francamente mejorable, pero espero que cumpla la función de dar a conocer mejor su pensamiento. Al menos lo he hecho con la mejor intención.

Me gustaría enfatizar que se trata de una obra de 1977. ¡Tiene casi 40 años! Y a pesar de que en determinados aspectos puede que se le note el paso del tiempo su clarividencia es tal que si lo comparamos con los trabajos de sus contemporáneos, en muchos casos, agasajados con el Premio de Economía del Banco de Suecia en memoria de Alfred Nobel, no admite parangón por la frescura de sus ideas y, su aplicación en el momento actual.

Este libro como otros posteriores del mismo autor y, otros anteriores de figuras tan señaladas como Nicholas Georgescu-Roegen o, el mismísimo Frederick Soddy, entre otros, son una enmienda a la totalidad al paradigma dominante de la economía, que a pesar de los esfuerzos denodados realizados por la propaganda para ignorar y, despreciar aquello para lo que sencillamente no tienen respuesta.

En este blog hemos hablado, repetidamente, de la necesidad que tiene el sistema del crecimiento infinito en un mundo finito y, de las hipótesis (casi mejor hablaríamos de ex-hipótesis) subyacentes que soportan esa "creencia" a la que no dudo en calificar de irracional y, especialmente destructiva. Siempre me sorprende que aquellos que defienden el crecimiento infinito, en cualquiera de sus modalidades, para continuar con el "business as usal", ignoren que sus propuestas son las realmente apocalípticas, aunque solo sea teniendo en cuenta las leyes de la física (aquí la traducción en el blog oil crash de un post de Tom Murphy de Do the Math sobre la cuestión).

Con la expresión, en todas sus modalidades, he querido incluir no sólo aquellos que defienden posiciones neoliberales, que incluye gran parte, aunque no toda la derecha y, también gran parte de la denominada izquierda o socialdemocracia. Sino aquellas que abarcan posiciones más radicales como la sostenida por el profesor Viçens Navarro y, que quedan reflejadas en este artículo. Son posiciones que de una manera u otra coinciden en la tesis básica productividad y, sustituibilidad de factores infinitas, en funciones de producción donde sólo aparecen trabajo y capital, aceptando en el fondo las premisas de la síntesis neoclásica y, su creencia en el deus ex machina del progreso tecnológico. Este artículo ha recibido diferentes respuestas, entre otras, aquí (Antonio Turiel) y aquí (Pedro Prieto). También es posible una respuesta desde el paradigma de la economía ecológica a las que son débiles bases sobre las que Navarro construye su tesis, apelando incluso a Barry Commoner de una manera indebida.

Algunas de estas tesis propugnan un cambio en el modelo de crecimiento sobre la base de fuentes renovables que serán suficientes para continuar con nuestra sociedad de "progreso", en una especie, de desmateralización económica o, lo que Daly llama con acierto "angelización" del PNB (o el PIB). Estas propuestas adolecen de una gran debilidad argumental porque simplemente no contabilizan todos los costes que suponen, de la misma forma que no lo hace la economía neoclásica-keynesiana.

Por ejemplo, hay gente que propugna la electrificación de la sociedad sobre la base de fuentes energéticas renovables, pero sin aclarar de donde va a salir la potencia necesaria para crear la colosales infraestructura necesarias para transformar la realidad actual. La cuestión es que los números de una sociedad basada exclusivamente en fuentes renovables no salen. Esas fuentes, ni tienen la potencia que algunos le atribuyen, ni por si mismas pueden funcionar, necesitan el auxilio de las fuentes no renovables. Para ver claramente está impostura me remito a este post y, el correspondiente estudio del Grupo de Energía y Dinámica de Sistemas de la Universidad de Valladolid. En él se dice:

"Para el caso de la fotovoltaica y la concentración solar el delito quizás no es tan grave (se refiere a un estudio sobre la energía eólica): simplemente no se les ha ocurrido a la mayoría confrontar lo que dicen sus papeles y sus cuentas con la simple realidad en una cuestión clave para estas tecnologías: la densidad energética, la energía eléctrica neta que viertes a la red por metro cuadrado de ocupación real de las infraestructuras necesarias. Nuestros resultados son contundentes: la densidad energética real es entre 4 y 7 veces menor que la publicada en revistas científicas en las que luego se basan informes como el de Greenpeace 100% renovables.

Y la cosa no acaba aquí, casi nadie tiene en cuenta que las energías renovables, como siempre dice nuestro amigo Pedro Prieto, son energías que se renuevan captadas con sistemas materiales que no se renuevan. Y nos topamos con límites parecidos a los que tienen las energías fósiles y nucleares: la escasez en un mundo finito con una economía soñando con el crecimiento perpetuo."

En apoyo de lo anterior, este artículo del profesor Chris Rhodes pone algunos puntos sobre las íes respecto de las bases no renovables de los sistemas renovables y, su relación con la energía, como no podría ser de otra forma.

Es habitual escuchar la posibilidad de un crecimiento sostenible, en otras palabras, lo mejor de los dos mundos, crecimiento del producto sin impacto o con un impacto reducido en el ecosistema. Es cierto que tal visión tiene el mérito de reconocer que la economía no es más que lo que Daly llama una sub-esfera de la esfera ecológica. Por lo tanto, se aleja del paradigma de la economía neoclásica-keynesiana que considera a la economía como una esfera aislada donde se producen intercambios entre diferentes sectores pero en el que no existe entorno. La naturaleza es un repositorio de materiales y energía y, un vertedero del sistema de producción. La energía, como los materiales, no son más que bienes intermedios para la producción, como explicábamos en una entrada anterior. Sin embargo, ignora de manera deliberada que dado que la esfera ecológica esta virtualmente en estado estacionario, no es posible para nada que éste incluida en la misma crecer más allá de sus límites. Es evidente que en ningún caso se podría llegar a ese extremo. El concepto mismo de crecimiento verde o, sostenible es un oxímoron que debe ser combatido, porque no hace más que sustentar la causa que nos ha traído hasta el lugar donde nos encontramos.


Daly señala la extrema debilidad de los medidores de renta o producción agregados como aproximaciones a la medición del bienestar (de hecho, existe una correlación negativa que hoy en día resulta cada vez más difícil de ocultar) y, nos revela que la forma de contabilizar las cosas, como ocurre con estas propuestas, tiene un impacto decisivo en las conclusiones. O dicho de otra manera, se contabiliza de una forma determinada para obtener el resultado deseado. En realidad, cuando hablamos de crecimiento nos referimos a crecimiento del PNB, PIB o cualquier agregado similar que mide sin contabilizar los costes de su obtención. En opinión de Daly, que comparto plenamente y, utilizando el lenguaje propio de la economía, podemos decir que en estos momentos los costes marginales superan a los beneficios marginales, lo que nos conduce al crecimiento antieconómico. El problema es que a nivel agregado, a diferencia de lo que ocurre a nivel micro, no reconocemos los costes de la producción.

Hay diversos problemas en el reconocimiento de los costes, pero uno que me parece significativo es que adolecemos de lo que calificaría de un problema de marco temporal. Daly lo expresa diciendo que el sistema no tiene en cuenta los costes intergeneracionales lo que es un problema de distribución y, no propiamente de asignación de recursos.

Para acabar está introducción, debo decir que suscribiendo el concepto de crecimiento antieconómico que ha sido una constante en muchos países desarrollados desde hace años, en algún caso décadas, hemos llegado a un punto en que, incluso el crecimiento contable de la producción medido en términos de PIB es, cada vez, más difícil y, parece otearse en el horizonte el decrecimiento o, como mínimo un estancamiento secular. Esta situación en la que estamos, conlleva algunos efectos muy relevantes que iré señalando en futuras entradas. Pero me gustaría pergeñar algunas ideas:
  1. El mantenimiento de la esperanza en el crecimiento es el pegamento de nuestra sociedad, sin esa esperanza las desigualdades se hacen más insoportables y, el tejido social lenta pero implacablemente se debilita. Daly cita a Henry Wallich en una frase demoledora que lo resume a la perfección:
    El crecimiento es un sustituto de la igualdad en el ingreso. En tanto haya crecimiento hay esperanza y, eso hace las grandes diferencias en el ingreso tolerables”
  2. Daly expresa de manera contundente como los dos factores neoclásicos de las funciones de producción, capital y trabajo aumentaban su productividad a costa de los recursos cuyo precio en el mercado estaba muy por debajo de su valor considerando sus costes sociales y ecológicos que son omitidos de las mediciones agregadas. Hoy en día, cuando estamos tocando las paredes de la esfera ecológica que nos contiene, ya no es posible resolver el conflicto entre capital y trabajo como se resolvió esencialmente después de la SGM a costa de la disminución en la productividad de los recursos. Es por eso, que el sistema capitalista debe resolver ese conflicto en favor del factor capital, lo que nos lleva a la última reflexión.
  3. La intensificación en el desigual reparto de la renta y, la riqueza es el medio que tiene el sistema de prolongar su agonía. Aunque pueda parecer contraintuitivo, si pensamos que nos enfrentamos a serias dificultades en el crecimiento del producto, aunque este sea antieconómico, cuanto más esterilizadas estén las expectativas generadas por el dinero/deuda, más podemos retrasar el enfrentarnos a una situación para el que el capitalismo no tiene respuestas. Cuanto más dinero/deuda acumulen los que más tienen menos impacto tienen sobre la producción actual (menor consumo marginal). Se traduce en el aumento de el precio de determinados activos, predominante financieros, y no se traduce en nueva producción. Esto es, sin duda, "self-defeating", pero permite hacer algo que nos es muy familiar, dar una patada hacia adelante, con el grave inconveniente de deteriorar aún más una situación que de por si no es nada brillante.

martes, 4 de febrero de 2014

La economía como sistema energético (II)

En la entrada anterior afirmaba que la energía no es únicamente un bien intermedio como el resto de recursos naturales sino que posee características singulares. Esas características emergen claramente cuando eliminamos ciertos supuestos aceptados en la corriente dominante de la economía que explica a través de sus modelos del ciclo de producción. En ellos la energía, o mejor diríamos la exergía (capacidad de producir trabajo útil), es orillada por irrelevante al no suponer ningún límite al crecimiento.

Hemos de tener bien claro que las funciones neoclásicas de producción parten de la base que el capital creado por el hombre es un sustituto perfecto o casi perfecto de los recursos naturales (elasticidad de sustitución constante). Tanto el capital humano como el capital humano manufacturado pueden incrementarse compensando la caída o reducción del capital natural, ya sea renovable o potencialmente renovable y no renovable medido en una escala humana de tiempo.

Si concebimos la economía como un flujo de energía, primero debemos obtenerla y transformarla, y luego administrar ese flujo para la producción. La tecnología nos ayuda en ambos aspectos, nos permite amplificar los flujos de energía de la misma forma que un polipasto nos permite levantar y mover grandes pesos y canalizarla para la acumulación de capital físico que amplifica la producción de bienes y servicios. En mi opinión, concebir la economía como un flujo energético permite entender mejor los mecanismos subyacentes y porque las teorías neoclásicas carecen de la potencia necesaria para construir una modelo (fábula) que nos permita diseñar alternativas viables a una crisis que no parece tener fin.

También vimos que la piedra angular de esa omisión es debida a un deus ex machina que permite considerar que aunque las fuentes individuales de energía puedan ser recursos finitos siempre es posible a través de la tecnología disponer de la potencia necesaria para la producción creciente de bienes y servicios. Ese factor exógeno constituye la palanca fundamental del crecimiento económico según el paradigma neoclásico. El corolario del supuesto es que el aumento de precios de determinadas fuentes hace que existan incentivos para que aparezcan otras nuevas que sustituyen de forma cuasi-perfecta a las anteriores. Se trata de cambios suaves que además estimulan la producción de equipo e infraestructuras. Es cierto que el progreso técnico nos ha proporcionado conversores energéticos muy potentes y flexibles que permiten el aprovechamiento de un mayor número de fuentes de energía. Por está causa, hemos pasado de una economía basada esencialmente en conversores orgánicos (humanos y animales) a conversores artificiales, motores, calderas, etc. Han sido las fuentes no renovables y especialmente los combustibles fósiles, carbón, petróleo y gas los pilares que ha permitido que los recursos naturales se transformen en capital productivo durante los dos siglos pasados.

Durante el siglo XIX y parte del XX las innovaciones permitieron abaratar progresivamente la energía obtenida lo que se tradujo en saldos crecientes de energía neta. Había muchos lugares fáciles donde obtener energía y los avances tecnológicos hacían la labor más sencilla. Sin embargo, esa tendencia es temporal y a partir de cierto punto (tipping point) con el agotamiento progresivo de los mejores lugares (sweet spots) se produce el efecto contrario donde los costes de obtención crecen de manera exponencial mientras que las mejoras de eficiencia lo hace de forma aritmética.

Una de las consecuencias más importantes de disponer de una gran potencia gracias a los conversores artificiales es el aumento en la producción de alimentos. La revolución verde ha propiciado el incremento de la población mundial que se ha multiplicado por 7 en tan sólo doscientos años (el famoso palo de hockey que podemos ver en el gráfico). Ese incremento ha sido fruto de la aplicación masiva de capital que han permitido la llamada agricultura industrial con rendimientos crecientes a escala. El fantasma anunciado por Malthus en su "Essay on the Principle of Population" se desvaneció progresivamente. De tal forma que la tierra como factor limitante despareció asimismo del radar de los economistas. Por ese motivo citábamos el contraste entre los clásicos y los neoclásicos en este punto fundamental de los factores de producción.


El fantasma malthusiano no es más que la existencia de uno o varios factores limitantes que impiden el crecimiento infinito. Se puede creer que como ocurrió en el siglo XIX que el progreso tecnológico permitirá evitar el colapso. Sin embargo, a día de hoy, en contra de la creencia generalizada en los poderes taumatúrgicos de la tecnología, las cosas distan de ser esperanzadoras. El aprovechamiento de una energía acumulada durante millones de años en unas décadas constituye un suceso realmente extraordinario y su repetición de manera oportuna para nuestros intereses es improbable.

La neomanía considera que cualquier cosa imaginable es posible con los medios y la inteligencia adecuada. Se habla de nuevas fuentes de energía o del aprovechamiento de la inmensa energía solar que llega a nuestro planeta y que se manifiesta en diversas formas, calor luz, viento ..., sin embargo, debemos tener en cuenta que de la energía que recibe la tierra cada día se devuelve casi su totalidad al espacio de lo contrario nos calentaríamos como un horno, y no tiene nada que ver con el calentamiento global o el cambio climático. En este post de Do The Math se explica de forma entretenida en un debate entre un economista "exponencial" y un físico "finito".

Un ejemplo que chifla ha este tipo de pensamiento es una noticia como está sobre algas que producen bio-fuel. En la noticia nada se dice de balances energéticos, sólo que resulta más económico que otros procesos, pero de que precio estamos hablando y de que tasa de retorno energético. Aunque tenemos un pista muy clara:

The system runs at around 350 degrees Celsius (662 degrees Fahrenheit) at a pressure of around 3,000 PSI, combining processes known as hydrothermal liquefaction and catalytic hydrothermal gasification. Elliott says such a high-pressure system is not easy or cheap to build, which is one drawback to the technology, though the cost savings on the back end more than makes up for the investment.

El bio-fuel es un vector y su tasa de retorno puede llegar a ser incluso negativa, un sumidero de energía, pero necesita un precio elevadísimo para ser rentable y el respaldo de fuentes de energía baratas y abundantes con altas tasas de retorno, sin ello no tiene sentido.

En este punto conviene citar a Gail Tverberg y su popular blog our finite world donde sostiene una tesis a la que me adhiero respecto de la importancia que tienen los límites financieros que son consecuencia directa de los límites de los recursos. En realidad se trata de dos aspectos de la misma realidad pero su enfoque es especialmente acertado en la descripción de los mercados de recursos a medio y largo plazo.

Para entender los límites financieros es necesario volver, aunque sea brevemente, sobre el significado del dinero y su creación. El dinero en la definición del Premio Nobel de Química y economista heterodoxo Frederick Soddy es la nada que obtienes a cambio de algo antes de obtener cualquier otra cosa. La nada nos evoca la confianza que depositamos en el sistema que respalda la capacidad de intercambio presente y futura del dinero. Algunos definen al dinero como deposito de valor, en realidad su función como deposito de valor es él algo futuro que obtendremos si renunciamos a tenerlo ahora, es pues una función de intercambio en el tiempo. Además esa renuncia se hace con la esperanza de obtener algo más de lo que obtendría ahora, lo que se expresa por el tipo de interés. Muchas cosas pueden frustrar esas expectativas, como una inflación que deteriore la capacidad de compra de ese dinero resultando que cuando quiero obtener algo lo que obtengo es menos de lo que hubiera podido obtener antes. Lo que es importante señalar es que ese dinero es una reclamación futura de bienes y servicios. No es extraño por ello afirmar que el dinero es deuda, dos cara de la misma moneda.

Por contra, el paradigma dominante de la economía tiene una visión completamente diferente. El dinero es neutral por ello las deudas de unos se cancelan con las haberes de otros. Unos ahorran y otros invierten. Los bancos son mediadores que se pueden omitir de los modelos pues tienen una mera función de intermediación entre ahorradores e inversores. Sin embargo, el sistema bancario puede generar y de hecho genera dinero sin necesidad de que exista un ahorro previo como bien destacó Keynes.

Los bienes y servicios reclamados se deben obtener mediante potencia que es función de la energía empleada y la tecnología disponible en un periodo de tiempo determinado. La tecnología, como no, está sometida a las leyes de la física y no pueden violarlas. El problema es que mientras la producción debe seguir las leyes de la física, la generación de dinero/deuda no tiene que hacerlo. Esta es la clave para entender porque la economía no concibe la existencia de límites al crecimiento. Cualquier economista ortodoxo considerará como creación de riqueza el aumento de precio de un activo, por ejemplo un inmueble sin que se haya invertido potencia alguna en él durante el período en que se produce el citado aumento. Sin potencia lo único que ha podido hacer el inmueble es permanecer tal como estaba o haberse deteriorado, pero medido en términos monetarios que no están sometidos a las leyes de la física el inmueble tiene más valor. La razón "económica" es que el deseo por tener ese inmueble medida en términos de la utilidad que proporciona ha aumentado y ese aumento se traduce en un precio de mercado superior. Como la utilidad es un mera construcción mental la misma puede crecer de forma indefinida y el deseo respaldado por deuda/dinero incrementa la riqueza  y ambos no tienen límites físicos ni se rigen por las leyes naturales.

Por esa misma razón, no debería existir ningún problema debido al aumento del precio de una determinada fuente de energía, ya que, o bien los sustitutos perfectos o bien los recursos marginales de esa misma fuente se podrán explotar aportando la energía necesaria al proceso productivo. El problema es que los datos nos cuentan una historia completamente distinta. Los precios altos provocan recesiones, en el caso de EEUU diez de las últimas recesiones son precedidas por una elevación del precio del petroleo.  ¿Que ocurre? La respuesta es que cualquier restricción en la energía neta provoca un cuello de botella en al producción al disminuir la utilización de los conversores. Si la restricción es debida a una acto voluntario, una vez restablecida la capacidad de producir trabajo útil se restablece la situación (shock de oferta). Pero si la restricción se debe a la existencia de un límite natural como la disminución de la energía neta por debajo de un cierto umbral entonces sólo la tecnología puede acudir en nuestra ayuda. La economía dominante considera, cosa nada sorprendente, que la tecnología tampoco tiene ningún límite en sus posibilidades y que tampoco sufre ninguna restricción por las leyes de la física. Aquello que podemos imaginar es realizable podría ser su lema.

Si se tropieza con una disminución de la utilización de la energía, como ocurre desde 2005 en los países de la OCDE con el petróleo su explicación es algo tan peregrino como el llamado peak de demanda. Consiste en que no utilizamos más energía porque somos más eficientes y simplemente no la necesitamos y/o tenemos mejores alternativas. Por ejemplo, los coches son más eficientes y necesitan menos energía para recorrer el mismo trayecto. Una vez más nos encontramos con la realidad de los datos. Si bien es cierto que hay una cierta ganancia de eficiencia, especialmente en EEUU porque partían de una situación en el transporte realmente muy poco eficiente, la mayor parte de la disminución en el consumo de derivados del petroleo se debe a que disminuye la distancia recorrida simplemente porque es demasiado caro para muchas personas con empleos marginales o sin empleo utilizar el vehículo como lo hacían con precios más bajos.

En muchos casos las ganancias de eficiencia son fruto del traslado de la producción de ciertos bienes y servicios a otros países que son menos eficientes pero gracias a su estructura de costes permiten precios más reducidos. En términos empresariales no hemos hecho más que un "outsourcing" que ha mejorado nuestras cuentas pero en términos de contabilidad planetaria hemos empeorado. El no reconocer esos costes no hacen que desaparezcan. Es un problema del ámbito espacial y temporal con que hacemos nuestras cuentas.

El tema de como contabilizamos nuestra producción de bienes y servicios requiere sin duda una amplia explicación, pero baste considerar que contabilizamos como renta la derivada de neutralizar un coste que ni siquiera hemos registrado. Una sistema para tratar residuos se contabiliza pero no el coste que significa el residuo generado. No tengo muy claro como se percibe esto por parte del gran público pero en mi opinión es de locos. En palabras de Daly:

"Also we must stop the asymmetry of adding to GDP the production of anti-bads without first having subtracted the generation of the bads that made the anti-bads necessary"

Finalmente, combatir la creencia extendida sobre un progreso tecnológico todopoderoso es una tarea ardua, en la que se produce la inversión de la carga de la prueba. Es normal la existencia de noticias que con el paso del tiempo se ven como infundadas a las que se les concede una credibilidad de la que carecen. Podríamos rescatar multitud de noticias de hace más de 10 años en las que prometían avances increíbles que parecen estar pendientes de realización sine die. Siempre corresponde al que se opone a las promesas tecnológicas intentar probar que se trata de avances que por ejemplo, en lugar de ahorrar, significan un aumento del consumo o que no son aplicables a gran escala o que las cuentas se realizan de forma parcial sin tener en cuenta la totalidad de la contabilidad del proceso. Un ejemplo paradigmático son los coches eléctricos, donde las discusiones de eficiencia parten normalmente del hecho falso de que la electricidad es una fuente de energía y realizamos el cálculo de su rendimiento una vez tenemos la electricidad, sin tener en cuenta los rendimientos en su generación, transporte e incluso almacenamiento. También se omite de forma sistemática las enormes inversiones en infraestructuras, cuya construcción es altamente dependiente de los combustibles fósiles, necesarias para aumentar de forma significativa el consumo energético en forma de electricidad que es apenas el 10% del total, aunque muchos tengan la percepción de que es un porcentaje muy superior.

El futuro de la sociedad no pasa por el crecimiento anti-económico e insostenible que se nos propone. El cambio de mentalidad necesario para aceptar un sociedad basada en un estado estacionario donde desarrollo no es sinónimo de crecimiento. Se trata, sin duda, de una meta muy lejana pero imprescindible para nuestra supervivencia.