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martes, 27 de agosto de 2019

Rentas económicas La tierra


Compre tierra, ya no fabrican más
ATRIBUIDO A MARK TWAIN
Actualmente no queda rastro del concepto de renta económica sobre el que giro gran parte del debate económico durante el SXIX. Por razones históricas, la renta de la tierra fue preeminente entre las rentas económicas, pero con el advenimiento del paradigma neoclásico, la tierra como factor de producción se diluyó en el capital. Fue una desaparición necesaria para alumbrar la revolución marginalista. Su objetivo fue proporcionar a la economía un estatus de ciencia “dura” y, de esta forma, dar cobertura y argumentos a la clase capitalista ante los ataques de la economía clásica y, especialmente, marxista. El éxito de la empresa es indudable y se prolonga hasta nuestros días. El marginalismo pretende demostrar que cada uno recibe en función de su contribución, por lo tanto, las desigualdades no son fruto de relaciones de poder sino de la actuación de los mecanismos del mercado. Los factores de producción, exclusivamente capital y trabajo, son remunerados en función de su contribución en el que las actuaciones hedonistas de cada individuo, sin pretenderlo, nos conducen a un equilibrio competitivo. Cualquier intento de alterar este “equilibrio” resulta siempre en pérdidas para el conjunto social.
 
La revolución marginalista, siguiendo a Naredo (2015), se define como el intento de reproducir la metodología de la física newtoniana, mediante la axiomatización de unos principios elementales que sean obvios y que puedan ser expresados de una manera formal, de forma que permita su tratamiento lógico-matemático. Esos principios son esencialmente tomados de los clásicos respecto del comportamiento psicológico de los seres humanos como agentes económicos que se expresan en dos leyes. La primera, preferir una ganancia mayor a una menor, y la segunda, buscar la máxima cantidad de riqueza con el mínimo de trabajo y abnegación. No obstante, para su tratabilidad matemática, son necesarias dos leyes adicionales las de utilidad marginal decreciente y de rendimientos decrecientes. 
 
Estas leyes o principios deben ser aplicables con toda generalidad y evidentes, de forma que se pueda confiar en su veracidad sin mayor razonamiento o lo que es lo mismo, se trata de una manifestación de los juicios sintéticos a priori de Kant. En la física, estas categorías universales y absolutas de la mecánica newtoniana (espacio, tiempo, fuerza…) no han podido sobrevivir, pero en economía lo que hubiera podido ser su mayor debilidad, el sustrato ideológico y ético de conceptos como riqueza, producción, consumo, … ha resultado su mayor fortaleza, y han sido políticamente muy útiles como instrumentos de control y dominación.

En primer lugar, la pretendida generalidad no es tal (Naredo, 2015):

El que se tome por objetivo maximizar la felicidad ‹‹comprando›› placeres es ya de por si suficientemente revelador de que la teoría neoclásica no se asienta ya en el axioma general antes indicado de que todo el mundo obra con vistas a maximizar su felicidad, sino en aquella otra proposición mucho más restrictiva que liga la felicidad a los bienes y servicios comprados que, como veremos, para la ciencia económica coinciden con generalmente con los consumidos. A este principio particular se añaden otros impregnados de un mayor contenido institucional como el de que para los oferentes la ‹‹ganancia›› se mide exclusivamente por los beneficios en dinero constante y sonante que, se supone, tratan de maximizar o el de que cualquier mercancía solo puede ser intercambiada en el mercado a precios uniformes y no mediante otras formas de intercambio diferentes. Cosa que redunda en lo ya indicado de que no son los principios generales, que describen de forma vaga ciertos rasgos hedonistas del comportamiento humano, los que servirían de base a las formalizaciones neoclásicas, sino otros mucho más restringidos que responden ya a un marco social e institucional bien concreto”

La parafernalia neoclásica no tiene otra finalidad que ocultar los juicios normativos que están presente en su “científica” forma de explicar el comportamiento humano desde lo que pomposamente se denomina racionalidad (homo œconomicus) y, por exclusión, calificar otros comportamientos que no sean consistentes con las leyes antes enunciadas, como irracionales. El problema es que el comportamiento del ser humano no se ajusta a ese canon. Asaz Zaman (2014)

El comportamiento humano es gobernado por las normas sociales, y utilizamos la heurística en lugar de algoritmos de optimización. Además, las normas sociales pueden ser creadas y cambiadas. Esto conduce a una dimensión de la política de desarrollo que no está reconocida por los textos convencionales: ¿qué tipo de normas sociales deberían elegirse para maximizar el bienestar humano? El comportamiento humano y las normas sociales se toman como exógenas y fuera del alcance del economista, cuando en realidad son fundamentales para el diseño de políticas para el desarrollo y el crecimiento.”


Es sabido que los procesos de optimización nos llevan a situaciones absurdas como explica Steve Keen (2011) por el llamada maldición dela dimensionalidad que hace imposible la elección racional en el sentido que le dan a ese concepto los neoclásicos.

No obstante, se han creado una serie de símbolos, estereotipos y metáforas aceptadas como una representación cabal de nuestro comportamiento “económico” y, que existen unas leyes que describen ese comportamiento análogas a las leyes que rigen los movimientos de los cuerpos celestes. Aunque en la física el paradigma de Newton fue sustituido hace mucho tiempo, pervive en la economía como si estuviera en una capsula en la que el tiempo no transcurre y, en la cual, la epistemología mecanicista goza de buena salud para explicar unos rígidos comportamientos que se adecúan a lo deseado.

Cabe decir, que aún dando por buenos los axiomas los resultados no se ajustan a lo “esperado”. Por ejemplo, los consumidores racionales no llevan al deseado equilibrio único (teorema de Sonnenschein-Mantel-Debreu) excepto que solo haya un solo consumidor y un solo bien o, expresado con mayor precisión técnica, que todos los consumidores tengan los mismos gustos y que los bienes sean homotéticos (que son bienes que cuyo consumo relativo no cambia con en el nivel de renta). Cuando los neoclásicos aceptan está solución como una aproximación a la realidad, tenemos una de las manifestaciones más palmarias de lo que podemos calificar, en este caso sí, como comportamiento irracional. El recurso que Samuelson llamó “F-twist” refiriéndose al principio postulado por Friedman (1953) que las hipótesis no tienen que ser realistas siempre que tienen poder predictivo se ha mostrado falso en la práctica y conceptualmente erróneo (Keen, 2011).



El éxito de está visión reduccionista del ser humano se está cobrando un altísimo precio, permitiendo negligir cuestiones acuciantes ante las cuales la respuesta consiste en negar su existencia o reducirla a un problema de asignación mediante precios (externalidades). Recobrar el debate de las rentas económicas es un elemento imprescindible para transformar la disciplina económica que, con su actual trayectoria de colisión con la sociedad y la naturaleza, sirve de coartada y apoyo para quienes nos conducen al desastre. En definitiva, y parafraseado a Michael Hudson (2015), la supresión de la renta económica persigue que se desvanezca la distinción básica entre ingreso ganado y no ganado, algo por lo que batallaron los economistas clásicos desde diferentes perspectivas. La célebre frase de Friedman “There is no such thing as a free lunch”, que es equivalente a decir que todo ingreso es ganado, solo es posible haciendo desparecer el concepto de renta económica.

Antes de proseguir debemos definir los conceptos de tierra y de renta económica que estamos utilizando.
  • Tierra: “La tierra proporciona la estructura física que nos sostiene y que es capaz de capturar la lluvia y la radiación solar que cae sobre ella. La tierra como estructura física es, un sustrato, o un lugar que tiene propiedades económicas no vinculadas a la productividad de su suelo y, en consecuencia, diferente de la tierra como fuente de nutrientes y minerales. Para entender esa diferencia denominaremos tierra ricardiana a la estructura física y la localización” Daly y Farley (2004). En este análisis utilizaremos de forma indistinta tierra y tierra ricardiana como sinónimos.
  • Renta económica: “El exceso del precio de mercado sobre el valor. Renta era el término clásico para el ingreso que no tiene contrapartida en los costes necesarios para la producción. Los perceptores de las rentas no tienen que desembolsar dinero de sus bolsillos para suministrar los “servicios” de la tierra o los monopolios por lo que básicamente son transferencias de dinero” Michael Hudson (2017). Tanto la renta monopolista como la renta de la tierra son formas de rentas económicas que no se corresponden con un reembolso de los costes de producción incurridos.
Debemos tener en cuenta que la tierra antes de desaparecer como factor de producción transfigurada en capital, tuvo una primera transformación que José Manuel Naredo (2015) denomina la ruptura epistemológica postfisiocrática. Consistió en la perdida de contacto de la economía con la realidad física y, todo lo que ocurre desde ese momento, tiene intima relación con dicha ruptura. Aquí nace la dicotomía entre lo real y lo nominal que tanta confusión provoca tanto en expertos como legos.

Para entenderlo desde su perspectiva histórica nos hemos de situar en el momento en el que el pensamiento fisiocrático se desarrolla, fundamentalmente en Francia. Se trata de una sociedad agraria, en las que la industria o los servicios ocupan una pequeña fracción de lo que ahora denominaríamos producto nacional. Los fisiócratas introducen el concepto de producción ligado a la agricultura como, casi, el único sector productivo de la economía (también la minería se consideraba productivo en la creencia que la madre tierra producía minerales de igual forma, aunque mucho más lentamente, que el crecimiento de las plantas) siendo el resto de sectores estériles o no productivos. Por exótica que nos pueda parecer la afirmación es importante pues vincula la producción a la realidad física. El posterior desarrollo de la disciplina económica ha consistido en desacoplar la economía de la realidad física hasta el punto que aceptamos el crecimiento de las deudas de forma exponencial (interés compuesto) como sostenible sin que tengan conexión con las reclamaciones sobre los recursos (materia y energía) necesarios para saldarlas. El capitalismo financiero, en el que dinero engendrá dinero como por arte de magia, significa llevar esa lógica hasta sus últimas consecuencias.

La actual fase del capitalismo es la adecuada para responder a los retos que representan los límites físicos y sociales pues el comportamiento de capitalismo como sistema de organización social no solo niega o rebate a sus oponentes, sino que intenta y, normalmente, consigue borrarlos o marginarlos del debate público. Ante sus contradicciones, desacoplarse de la realidad física es perentorio, y ello se traduce en una mayor presión sobre la naturaleza, en el aumento de la velocidad en la destrucción de los ecosistemas, de la extracción de recursos, y la destrucción de cualquier tejido social que entre en contradicción con los principios individualistas y hedonistas a los que hemos hecho referencia.

Cuando los fisiócratas construyen su teoría, antes del descubrimiento de los principios de la termodinámica, y con una utilización muy reducida de fuentes de energía más allá del sol (fotosíntesis y biomasa) sus postulados sobre el origen de la plusvalía tienen sentido. Posteriormente, la utilización masiva de los combustibles fósiles cambia esa perspectiva. Adam Smith establece la teoría del valor exclusivamente basada en el trabajo y el esfuerzo.
 
Debemos enfatizar la importancia que supuso la irrupción de la energía fósil. Por ejemplo, la revolución verde hace que la agricultura considerada por los fisiócratas como casi la única fuente neta de riqueza (producto) se convierta en un sumidero de energía. Es fácil ver que hemos sustituido recursos renovables por no renovables en el proceso lo que nos hace más frágiles, en contra de la fe generalizada del progreso infinito.

Smith postulaba que la única fuente de valor es el trabajo que tiene un valor de uso y de cambio. La naturaleza aunque poseedora de un valor de uso incalculable, carece de valor de cambio, lo que lo deja fuera del campo de estudio de lo económico. El reduccionismo operado de los fisiócratas a los clásicos está en el origen de los problemas que plagan la disciplina económica y que la hace inoperante ante los problemas medioambientales y sociales. Por ejemplo, es habitual calificar de producción a la extracción de petroleo o mineral de hierro cuando no es más que arrancar de las entrañas de la tierra elementos no renovables.

En el párrafo anterior he sido laxo cuando he dicho que la naturaleza carece de valor de cambio. La tierra convertida en mercancía ficticia (Polany, 1944) adquiere valor de cambio. Aquellos bienes naturales, apropiables lo tienen, pero la mayor parte de servicios abióticos y bióticos que la naturaleza proporciona, no lo tienen. Precisamente esa apropiación por unos pocos de aquello que no han producido, es lo que da lugar a las rentas económicas. El prestigio consiste en hacer desaparecer lo que Herman Daly recogiendo el pensamiento de Aristóteles, denomina factores materiales. Cualquier coste, desutilidad utilizando la jerga económica, es invisible para el radar de la economía. De está forma, la economía sin ataduras materiales puede crecer ad infinitum puesto que las necesidades son ilimitadas dentro de ese marco conceptual. Esta semilla permitirá creer que la expansión de dinero representa realmente la expansión de la economía “real” y que crecimiento exponencial (interés compuesto) es una regla “natural” de la economía. Los polvos mágicos son la tecnología y la infinita sutituibilidad de factores, tema que hemos tratado extensamente en el blog (aquí, ).Esa posición se encuentra perfectamente representada por las palabras pronunciadas por el insigne economista Robert Solow (1974):

El mundo puede, en efecto, continuar sin recursos naturales”

De manera más extensa y en el mismo sentido se expresan Nordhaus y Tobin:

El modelo dominante de crecimiento asume que no hay límites a la posibilidad de expandir el suministro de agentes no-humanos en la producción. Es, básicamente, un modelo de dos factores en el cual la producción depende solo del trabajo y el capital reproducible. La tierra y los recursos, el tercer miembro de la triada clásica, en general, se han caído de la justificación tácita que ha sido que el capital reproducible es casi un sustituto casi perfecto de la tierra y otros recursos no renovables

La economía, tal como se nos presenta, trata de la escasez subjetiva sin asumir ni aceptar la escasez objetiva como un límite a su expansión como refrendan las palabras de Solow, Nordhaus y Tobin. Es escaso aquello de lo que nos podemos apropiar e intercambiar. Por ello, el largo proceso de convertir la tierra en una mercancía es vital en el establecimiento y consolidación del capitalismo. Sin embargo, la tierra es objetivamente escasa como dice la sentencia atribuida a Mark Twain que encabeza este artículo y es por ello que debe desaparecer para que la construcción marginalista se sostenga. La negación de la escasez objetiva no es más que la negación de la termodinámica, todo queda reducido a factores psicológicos.

En el proceso de mercantilización de la tierra la teoría del derecho “natural” de propiedad de Locke juega un papel fundamental porque precede al estado y es independiente de él. Locke se opone a los monarcas absolutos y su teoría es un precedente directo de la teoría de que el valor clásica pues el derecho nace del trabajo de la tierra que con él mejora y, de está forma, el que la trabaja tiene derecho a sus frutos. La propiedad es una forma de libertad y de librarse de las cadenas y la violencia del estado absolutista. En Locke está todavía latente la propiedad ligada al uso lo que es un obstáculo para justificar el ingreso del rentista ausente que persigue el marginalismo. La teoría de Locke es un pilar esencial para el edificio neoclásico, porque su independencia/oposición al estado es una palanca extraordinaria para la defensa del laissez-faire. 
 
Sin embargo, dicha teoría solo funciona siempre que haya tierra para todos como él mismo se encargo de advertir. Adam Smith no comparte la teoría de Locke, pues para Smith el derecho a la propiedad y su uso depende del estado y la forma como se regule. A Smith como moralista le preocupaba que el estado, en lugar de cumplir con su misión de dar seguridad a los derechos de propiedad, se convirtiera en el arma de los ricos o los que tenían propiedad contra los que no la tenían. 
 
El estado fue esencial para la mercantilización de la tierra que lleva a primer plano el valor de cambio y deja en segundo plano el valor de uso, provocando en términos dialécticos una tensión no resuelta. El proceso de despojar de la tierra, cuya propiedad estaba basada en el uso y el aprovechamiento colectivo, a los campesinos para convertirlos en meros oferentes de trabajo sin más alternativa, es uno de los pilares para que el nuevo sistema se desarrolle.

Las modalidades de propiedad de la tierra son muy numerosas y se caracterizan por el ejercicio o reconocimiento de distintos derechos sobre la misma. La propiedad basada en el uso precede al concepto moderno de propiedad que en ningún caso tiene carácter absoluto pues siempre esta sometida a restricciones o autorizaciones. La propiedad fundamentada en el uso tiene, en la mayoría de casos, un sistema de control o administración colectiva que no resulta útil para poner de relevancia el valor de cambio. Ese tipo de propiedad no se puede transmitir o solo con restricciones muy fuertes que afectan al valor de cambio que es el primordial para el capitalismo.

En términos dialécticos, el ejercicio de los derechos de propiedad tal como se configuran en el capitalismo ponen en primer termino el valor de cambio y relegan el valor de uso a un segundo plano. Segun Naredo (2015) se sacrifican las anteriores formas de propiedad en beneficio de la propiedad burguesa como si la misma siempre hubiera existido.

Hacemos notar que los derechos de propiedad son esenciales para el reduccionismo económico, aquella esfera donde la escasez subjetiva genera riqueza. La esfera de la riqueza crece en detrimento de lo útil, el valor de cambio se opone al valor de uso. Naredo (2015) lo clarifica:

De está manera la ciencia económica, al circunscribir sus análisis al subconjunto de las cosas útiles y escasas denominadas riquezas, no puede distinguir si una determinada ampliación de ese subconjunto entraña realmente una ampliación del universo de lo útil”

Cualquier economista o estudiante de economía está familiarizado con el concepto de derechos de propiedad como ingrediente esencial para el funcionamiento de la economía. Como mantenía correctamente Adam Smith, los derechos de propiedad no son inherentes a los objetos como afirmaba Locke respecto de la tierra, sino adquiridos, y necesitan la existencia de una institución que reconozca y permita su ejercicio. 
 
En la economía neoclásica los derechos de propiedad son el fundamento de la asignación eficiente, es como trabaja la mano invisible, una vez otorgados, el mercado se encarga de asignarlos de forma eficiente (Pareto). La cuestión es que en ningún momento cuestionan como han sido otorgados, parten de una situación dada lo que es esencial para el mantenimiento del status quo.

Como es lógico,los que detentan los derechos de propiedad intervienen intensamente en la esfera política, presuntamente segregada de la economía y sus leyes, por que persiguen ante todo el domino de las instituciones encargadas de defenderlos y regularlos. La influencia que ejercen ha sido palpable a lo largo de toda la historia con la intención de ampliar su alcance e impedir que constituyan una base impositiva apreciable o fundamental para el estado. La mejor estrategia es controlar el estado siempre que sea posible. Además, hemos de tener en cuenta que la tierra ha sido la garantía preferente para los préstamos. Está relación ha sido fundamental para el la extensión y consolidación capitalismo financiero. No obstante, la simbiosis final entre el poder financiero y la riqueza inmobiliaria con la segunda supeditada al primero, se inicia con un enfrentamiento en la primera parte del siglo XIX. Sin embargo, cuando la riqueza inmobiliaria se traslada del campo a la ciudad, la democratización de la propiedad a través de la deuda, nace un idilio que continua hasta nuestros días.

En Inglaterra, cuna de la revolución industrial, el proceso convertir a la tierra en mercancía requirió una redistribución radical de la tierra en manos de los señores feudales, la corona y la iglesia como punto de partida (Josh Ryan-Collins et al, 2017). Sin embargo, la creación del mercado tuvo como resultado una nueva concentración de la propiedad aunque bajo un nuevo paradigma. En todo caso, la influencia de los nuevos y viejos terratenientes, ya que estos últimos no desparecieron, en el estado propiciaron políticas de búsqueda y captura de rentas económicas lo que generó, a su vez, un incremento de la concentración de poder. La expropiación de los derechos de uso tradicionales de la tierra van de la mano con la privación de los medios de producción, y de la consiguiente proletarización de la gran masa campesina en Europa. Sin embargo, no podemos obviar la importancia del proceso colonial, que Sven Beckert (2014) califica capitalismo de guerra en sus primeros estadios de desarrollo, en la que los países centrales se apropian de grandes extensiones de tierras comunales a sangre y fuego, que ponen a disposición de las clases dominantes ansiosas de rentas no ganadas.

La tierra ricardiana, como sucede con la energía, es un pre-requisito para la actividad económica. Su apropiación es esencial para entender el modo de producción capitalista. La regulación y ordenación de la tierra tiene un carácter político innegable, por esa razón, tanto la energía como la tierra no pueden ser considerados como mercancías tal como las define la economía ortodoxa. Tal como hemos explicado, el desacople de la realidad física, aunque no carente de dificultades y resistencias, resultó indispensable para el nacimiento del marginalismo, pilar de la economía neoclásica.

Después del primer paso que libera a la economía de la atadura energética, la tierra fue el último obstáculo a remover, y los neoclásicos se encargaron de esa tarea en un momento en que la ofensiva de la doctrina marxista estaba en su apogeo. La subsunción de la tierra en el capital presenta diversas dificultades, aunque hay una previa que sería la propia definición de que es capital. El factor capital en la función de producción se refiere expresado en términos de Saffra (1960) a las mercancías destinadas a producir otras mercancías, es decir, al capital físico. En términos generales, la definición de capital intenta construir el puente entre lo nominal y lo real, dicotomía a la que nos hemos referido anteriormente. Baste decir, que la imposibilidad de construir ese puente es el fracaso más grande y doloroso de la economía neoclásica, pues queda desconectando aquello que debería estar profundamente vinculado para sostener la teoría. La agregación del capital físico en unidades monetarias es imposible en los términos que sostiene la economía ortodoxa que debería existir, provocando un fallo sistémico que en otras ciencias hubieran provocado, tarde o temprano, un cambio de paradigma.

Como hemos explicado convertir la tierra en una mercancía genera la escasez subjetiva que es la manera de acrecentar la riqueza. La escasez, no la abundancia, es lo que persigue la ciencia económica, pues los mecanismos psicológicos de comportamiento en relación con los objetos valuables depende de la misma.

La tierra, sostenía Ricardo en su debate con Malthus , es fuente de rentas económicas porque el precio o renta cargado por el terrateniente o rentista no depende de las inversiones realizadas por este. Para Ricardo la plusvalía social se divide en rentas y beneficios, definida la plusvalía como la diferencia entre la producción total y los salarios. En el caso de la agricultura, los beneficios provienen de las peores tierras siendo la renta el superávit obtenido por la mejores tierras respecto de la marginales. La renta proviene del conjunto de la sociedad que revierte en el propietario sin esfuerzo. Por ejemplo, la expansión de una ciudad convierte en valiosos unos terrenos antes sin valor. El propietario no ha colaborado en la elevación de la renta que, sin embargo, disfruta por el ejercicio de los derechos de propiedad tal como están establecidos. 
 
La renta de la tierra fue atacada tanto desde la izquierda como desde posiciones conservadoras. Smith, Mill o Henry George consideraban que la propiedad privada era un pilar de la sociedad liberal y, al mismo tiempo que las rentas económicas eran contrarias a la justicia social (Josh Ryan-Collins et al, 2017) . La forma de resolver el dilema era arrebatar las rentas obtenidas sin esfuerzo mediante los impuestos. John Stuart Mill lo defendía de la siguiente forma:

Supongamos que hay un tipo de renta la cual tiende constantemente a aumentar, sin ningún esfuerzo o sacrificio por parte de los propietarios: esos propietarios constituyen una clase en la comunidad, a quienes el curso natural de las cosas enriquece progresivamente en consonancia con una completa pasividad por su parte. En tal caso, no sería una violación de los principios sobre los cuales la propiedad privada está fundamentada, si el estado se apropiara del incremento de riqueza, o parte de él, cuando se manifiesta. Esto no sería arrebatar algo a alguien; sería emplear el aumento de la riqueza, creada por las circunstancias, en beneficio de la sociedad, en lugar de permitir que se convierta en un apéndice de riquezas de una única clase.

En definitiva nos propone gravar lo que menos queremos, la renta no ganada, en contraposición con lo que genera valor, trabajo y capital (Tax bads no goods). Las propuestas de John Stuart Mill se considerarían en la actualidad radicales, tanto como las “Land Value Tax” de Henry George.



Hoy nos puede sorprender, pero hasta la Primera Guerra Mundial este debate era, utilizando una denominación moderna, transversal. Las palabras de Wiston Churchill en 1909 ante la Camara de los Comunes así lo atestiguan.

Se construyen carreteras, se hacen calles, se mejoran los servicios, la luz eléctrica convierte la noche en día, el agua es traída desde embalses a cien millas en las montañas, y todo el tiempo el terrateniente permanece inactivo. Cada una de esas mejoras se efectúa por la mano de obra y el coste de otras personas y los contribuyentes. A ninguna de esas mejoras contribuye el monopolista de la tierra, como monopolista de la tierra, y sin embargo, con cada una de ellas se aumenta el valor de su tierra. No presta ningún servicio a la comunidad, no contribuye al bienestar general, no aporta nada al proceso del cual se deriva su propio enriquecimiento.

 

No obstante, al proporcionar la renta de la tierra y el resto de rentas económicas un inmenso poder a quienes las detentan, los incentivos para hacerlas desaparecer del debate económico y político eran enormes. El éxito en el empeño se pone de manifiesto ante la práctica invisibilidad conseguida por las mismas. Por ejemplo, el tratamiento tributario de las rentas es mucho más generoso que los ingresos que requieren esfuerzo, sin que ello suponga mayor escándalo.

Gran parte de los economistas clásicos, desde su perspectiva, consideran que las rentas económicas, o enfatizando algunas de ellas y omitiendo otras, por ejemplo David Ricardo se oponía al renta de la tierra pasando por alto la renta financiera, son una sangría para el progreso de la sociedad.
 
Por todo ello, incluir la tierra en el factor capital mediante la magia del valor de cambio permite, aparentemente, tener una sustancia homogénea que pueda ser tratada como la masa en la física. Este paso tuvo una enorme transcendencia para el programa neoclásico cuya premisa era hacer desaparecer la noción de renta económica o no ganada.

Sin embargo, una revisión del concepto de capital, dejando de lado los problemas de agregación comentados, descartaría de raíz la posibilidad de su inclusión, puesto que la tierra ricardiana no puede ser producida y no se deprecia, características esenciales de cualquier mercancía. En la práctica, tiene un comportamiento diametralmente opuesto al capital físico (factor de producción), la renta de la tierra tiende a crecer (apreciarse).

Otra cuestión con la que choca frontalmente el intento de enterrar el problema es de la sustituibilidad de factores en el largo plazo. La critica de Sraffa (1926) muestra perfectamente el sentido como se orientó la teoría marginalista, cogiendo una idea clásica respecto de la distribución del ingreso, como es la ley de los rendimiento marginales decrecientes para convertirla en fundamento de la teoría del precio. Como se ha explicado, la renta de la tierra debatida entre Malthus y Ricardo es fruto de las diferentes cualidades de la misma no de la existencia de factores de producción fijos y variables. Como explica Keen (2011):

Sraffa sostenía que la teoría neoclásica de la productividad marginal decreciente se fundamentaba en una aplicación inapropiada de este concepto en el contexto de su modelo de una economía competitiva, donde el modelo asumía que todas las empresas eran tan pequeñas en relación con el mercado que no podían influir en el precio de su mercancía, y que los factores de producción eran homogéneos. En el modelo neoclásico, por lo tanto, la caída de calidad de los inputs no puede explicar la productividad marginal decreciente. En lugar de esto, la productividad solo puede caer porque la razón entre los factores variables de producción y los fijos excede de algún nivel optimo. 
 
La cuestión planteada es: ¿cuándo es valido considerar un factor de producción -digamos, la tierra- como fijo?. Sraffa dijo que era un supuesto válido cuando definamos a las industrias de forma muy amplia, pero que en ese caso contradecía el supuesto que demanda y oferta eran independientes.

Efectivamente la teoría se fundamenta no solo en la existencia de una productividad marginal decreciente, sino en la independencia de oferta y demanda, lo que implica la proposición falsa que el aumento de la oferta en un mercado (definido ampliamente) no cambia la distribución del ingreso. Sin embargo, al cambiar la distribución del ingreso no podemos dibujar una única curva de demanda (el citado teorema de Sonnenschein-Mantel-Debreu) sino que habrá una curva de demanda diferente para punto de la curva de oferta de la industria. Sraffa (1926):

Si la producción de una mercancía específica utiliza una parte considerable de un factor, la cantidad total del cual es fijo o solo puede ser incrementado a un coste más que proporcional, un pequeño aumento en la producción de la mercancía necesitará una utilización más intensa de ese factor, y esto afectará de la misma forma al coste de la mercancía en cuestión y al coste de las otras mercancías en cuya producción entre dicho factor; y como quiera que la producción de mercancías en las cuales se sustituye, hasta cierto punto, un factor común especial de producción por otro es frecuente, la modificación en su precio no resultará sin apreciables efectos sobre la demanda en la industria afectada.

La importante y seminal critica de Sraffa a la teoría marginalista es crucial. De acuerdo con el análisis microeconómico estándar se deberá alcanzar en el largo plazo un equilibrio en el cual el coste medio debe ser igual al coste marginal. Sin embargo, Sraffa nos dice que los costes son generalmente constantes, un aumento de la producción del 20% implica un aumento de los inputs en esa misma cantidad, lo que significa que el coste medio está por encima del coste marginal, por lo tanto, si fijamos el precio en el coste marginal incurrimos en pérdidas.

Para los neoclásicos, la tierra como factor fijo (considerada como un bien de capital) en el corto plazo, limita el resto de factores cuya productividad a partir de un determinado punto de saturación empieza a disminuir lo que es una de las condiciones necesarias para aplicar el marginalismo como hemos comentado al inicio de está entrada.


Conclusiones

En está entrada se ha puesto de manifiesto la impostura que se esconde tras el velo que la economía ortodoxa ha extendido sobre las rentas económicas. Como ocurre con otras cuestiones, se evita persigue evitar el debate político o sofocarlo desviándolo hacia las pretendidas leyes inmutable de la economía. Determinados objetivos se nos presentan como inalcanzables, cualquier pretensión de alterar esas leyes “inhumanas” será castigadas por su aplicación inexorable
 
Varufakis (2011) en su libro el Minotauro Global dedica una parte del mismo a lo que llama “El secreto de Condorcet en la era del Capital” que explica de la siguiente forma:

Condorcet propuso que «la fuerza, como la opinión, no puede durar mucho tiempo a menos que el tirano extienda su imperio tan lejos como para esconderse de la gente, a la que él divide y gobierna, el secreto de que el poder real no reside en los opresores, sino en los oprimidos». Los «grilletes forjados por la mente», como los llamaba William Blake, son tan reales como los forjados a mano.”

La economía neoclásica ha forjado unos poderosos grilletes o prisiones mentales de las que resulta arduo o imposible salir. Pero la magia de hacer desaparecer las rentas económicas es, y lo digo con pesar, una de sus mayores hazañas. Los rentistas saben que aparecer como contribuyentes imprescindibles del progreso sirve para evitar debates incómodos sobre, por ejemplo, la desigualdad en la riqueza, porque finalmente todo el mundo obtiene la parte del pastel que se ha ganado. 
 
Las relaciones de poder en el sistema de producción capitalista crean de forma sostenida y creciente desigualdades económicas y políticas. El conocimiento extendido de manipulaciones del mercado o la competencia, ya sea en forma de captura regulatoria o de simple corrupción política, no hacen mella en el núcleo esencial de la argumentación que permite modelar un mundo de fantasía a imagen de unos axiomas y principios que está acabando con el mundo real que sostiene, entre otras muchas, la vida de los seres humanos.

La tierra ha ayudado a forjar nuestra realidad económica y política de una forma mucho más importante de la que podemos percibir. La tierra subyace de forma silenciosa en los principales problemas que se nos presentan en la actualidad; burbujas financieras a través de la especulación y la inflación de activos inmobiliarios, acceso a la vivienda y los servicios asociados de forma digna, acaparamiento de tierras agrícolas para servir a sociedades insaciables en cuanto a recursos que despilfarran, destrucción y extinción de las especies que la habitan, etc.

lunes, 1 de junio de 2015

Dinero soberano: Loanable funds vs teoría monetaria endógena.



En las dos entradas precedentes (aquí y aquí) hemos comprobado que la deuda y el sistema financiero son irrelevantes en los modelos neoclásicos. El dinero es un velo sobre el intercambio entre los agentes económicos, un vasto sistema de trueque.



La realidad, no obstante, desmiente esa visión. El dinero no es neutral y, en consecuencia, debemos considerar el papel que la deuda y el sistema bancario juegan en la economía. El excesivo reduccionismo no nos ayuda a entender la realidad económica, por lo tanto, debemos afrontar un modelo diferente, que no tome como punto de partida el equilibrio general, la equívoca Ley de Say (toda oferta crea su propia demanda) extendida al conjunto de la economía como una letanía por los economistas neoclásicos. La ley de Say se cumple si y solo si no existe acumulación de capital, donde el dinero es un mero instrumento para adquirir otra mercancía. En términos de Marx, funcionaría en una economía cuyos flujos fueran representados por la llamada reproducción simple (M representa una mercancía y D dinero) M-D-M' siendo M≠M'. Pero no es válida para una economía capitalista donde los flujos de intercambio son D-M-D+ , donde D+>D. En el primero, se intercambian mercancías del mismo valor de intercambio pero cualitativamente distintas para ambas partes del contrato, en el segundo caso no es así, porque empieza y finaliza con dinero. No tiene sentido que se trate de una equivalencia ya que lo único que justifica la transacción es que exista una diferencia cuantitativa o la esperanza de que la haya. En palabras de Keen:



...los capitalistas no se caracterizan por la igualdad entre lo que ofrecen y lo que demandan, sino por la desigualdad. Esta desigualdad es posible debido a la intermediación entre la compra de mercancías de “un capitalista industrial” (insumos de mano de obra y materiales para la producción) y los productos que vende (los productos resultantes del proceso de fabricación) y de la producción resulta un excedente físico que el capitalista tiene la esperanza de convertirlo en un excedente monetario.”



En un sistema donde la acumulación es el objetivo primordial, la Ley de Say no funciona, pues si todo lo recibido es consumido el objetivo se incumple. Debe existir un excedente físico que debe ser monetizado para que se produzca la acumulación.



Thorstein Veblen no veía esa acumulación como un consumo diferido que significaría que la Ley de Say se cumplía a largo plazo, sino por la verdadera naturaleza de los hechos que se intentaban esconder:



Para justificar los hechos:....neutralizarlos de manera que no deban aparecer en la teoría, la cual puede entonces extraer términos indirectos e inequívocos del cálculo hedonista racional. Se justifican como si fueran aberraciones debidas al descuido o la falta de memoria de los empresarios o, por causa de algún fallo lógico o de discernimiento. O son entendidos e interpretados en los términos racionalistas del cálculo hedonista recurriendo al uso ambiguo de los conceptos hedonistas. De está forma, toda la “economía monetaria” con toda la maquinaria del crédito desaparece en un entramado metafórico para reaparecer teóricamente expurgada, esterilizada y simplificada en un “refinado sistema de trueque”, culminando en un agregado máximo de sensaciones placenteras para el consumo.”



Veblen muestra cómo la economía neoclásica, mediante un pase mágico, convierte a una economía donde se acumula capital, en forma de dinero, en una simple economía de intercambios donde el dinero no es más que un medio perfeccionado para satisfacer necesidades en continua circulación.



Sin embargo, la función del dinero como medio de acumulación no tiene sentido en una economía de trueque, donde no es necesario acumularlo, su utilidad es la de medio de cambio y medida, ya que el objetivo es el intercambio de las mercancías y los servicios. En otras palabras, el dinero está siempre circulando, es evidente que en cada momento alguien tiene el dinero, pero sólo como medio para el intercambio.



Como comprobaremos, una economía monetaria, que en este contexto significa capitalista, debe estar siempre en desequilibrio, exactamente lo contrario de lo que propugnan los neoclásicos, ya que para crecer el gasto debe ser superior al ingreso en un contexto de subida de precios. Minsky lo expresa de la siguiente forma (1963):



Si el ingreso ha de crecer, los mercados financieros, donde los diferentes planes de ahorro e inversión se concilian, deben generar una demanda agregada que, excepto por breves períodos, es siempre creciente. Para que la demanda agregada real esté siempre aumentando, …., es necesario que los planes de ahorro actuales, sumados la totalidad de sectores, sean mayores que el ingreso efectivamente recibido y, que exista algún mecanismo de mercado por el cual el gasto agregado que excede del ingreso agregado anticipado pueda ser financiado. Se sigue, que en un período de crecimiento, al menos, algunos sectores financian parte de sus gastos mediante la emisión de deuda o la venta de activos.”



Por el contrario Friedman (1969) negaba cualquier relevancia al dinero y al estudio de las dinámicas del mismo con las siguientes palabras:



Es un lugar común de la teoría monetaria que nada es tan irrelevante como la cantidad de dinero expresada en términos de la unidad monetaria—dólares, libras o pesos. Dejemos que cambien las unidades de cuenta de dólares a centavos; eso multiplicará la cantidad de dinero por 100, pero no tendrá otro efecto. Igualmente, dejemos que el número de dólares que existe se multiplique por 100; eso, tampoco, tendrá efectos sustanciales, siempre que todas las otras magnitudes nominales (precios de los bienes y servicios, y los volúmenes de otros activos y pasivos que están expresados en términos nominales) se multipliquen por 100.



Como señala Keen debemos encontrar el planeta donde todas las magnitudes, como los préstamos estén perfectamente ajustados a la inflación o deflación para que la neutralidad del dinero que explicita Friedman sea posible. Como eso no ocurre, son completamente relevantes las obligaciones contraídas en el pasado en relación con nuestra capacidad para servirlas en el presente.



Pero antes de seguir esta linea del pensamiento económico, nos detendremos en el modelo neoclásico del multiplicador bancario que explica que la cantidad de dinero en circulación viene determinada exógenamente por el dinero que crea el Banco Central.



El modelo del multiplicador bancario



Una advertencia, como se trata de un modelo, la simplificación por si misma no es ningún defecto intrínseco (Navaja de Okam), siempre que nos aporte un conocimiento cabal de la realidad. El problema surge cuando el modelo, como es el caso que nos ocupa, nos confunde sobre los mecanismos causales que operan proporcionándonos una percepción equivocada.



Para todo aquel que haya leído un libro de introducción a la economía, el concepto multiplicador bancario le resultará familiar. Para aquel que no, le solicito el esfuerzo de seguir la aburrida descripción para que luego puedan apreciar el contraste con los datos y, entender un poco mejor, como el paradigma neoclásico ignora deliberadamente la realidad.



El modelo funciona con los bancos recibiendo depósitos de dinero creado por el estado del que deben retener un mínimo, el coeficiente de caja normalmente del 10% para simplificar los cálculos, el resto está disponible para ser prestado. El cliente ingresa 1.000 € en efectivo en el banco que crea un depósito por ese importe.



Posteriormente concede un sólo préstamo, para simplificar, por lo que excede del coeficiente de caja (900 €), que suponemos será gastado por el prestamista. Imaginemos que el prestamista retira en efectivo el dinero y paga una transacción equivalente al importe del préstamo. El proveedor del bien o servicio adquirido ingresa ese dinero en un banco distinto del primero (puede ser el mismo banco el razonamiento no cambia). Ahora el segundo banco está en disposición de prestar lo que exceda del coeficiente de caja, en esta caso 810 €, retendrá 90 € que es el 10% de 900 €. Observamos que estamos ante una serie de préstamos, no infinita pues las unidades de cuenta no son infinitamente divisibles, pero que podría continuar teóricamente hasta que lleguemos a la fracción menor que sea posible prestar. Para simplificar consideramos la serie infinita y que los préstamos se van concediendo uno cada semana para poner de manifiesto el elemento temporal.



Las dos hipótesis del modelo son:



  1. La creación del crédito debe ocurrir después de la creación de dinero por parte del estado. Los bancos no pueden conceder préstamos hasta que no reciben los depósitos de dinero creado por el estado. El coeficiente de caja implica que al recibir un depósito pueden prestar el exceso del coeficiente de caja exigido. Por coeficiente de caja entendemos la cantidad mínima que el banco debe conservar en dinero del estado como reserva. Existe un retardo entre la recepción del dinero creado por el gobierno y la concesión de créditos. El siguiente gráfico muestra la evolución temporal en donde los cambios en M0 (dinero fiat emitido por el estado) deben preceder a los cambios en M2 que incluye tanto el dinero como los depósitos a la vista como los depósitos a corto plazo (las definiciones en cada zona monetaria pueden cambiar ligeramente).

  1. De lo anterior, la cantidad de dinero en la economía debe siempre exceder la cantidad de crédito bancario, siendo la diferencia el coeficiente de caja exigido. En consecuencia, el ratio de deuda/dinero debe ser igual al coeficiente de caja. Si el coeficiente es del 10% el ratio sería de 0,9 inferior a 1 precisamente en el coeficiente de caja.



Como podrán comprobar cuando uno desciende a los engranajes se encuentra una forma sencilla de testar el modelo. Si fuera cierto, deben cumplirse dos requisitos.



  • Debe existir una prelación temporal, primero el estado crea dinero, luego ese dinero se expande a través del multiplicador mediante los préstamos bancarios.
  • El crédito concedido por el sistema bancario no puede exceder la cantidad total de dinero, que es el crédito bancario creado mediante el multiplicador más el dinero del estado, siendo el crédito bancario un múltiplo del dinero en efectivo que marca el coeficiente de caja.



Los estudios realizados indican lo contrario, que primero se crea dinero mediante crédito y tarda hasta un año en transmitirse a la base monetaria, lo que contradice el modelo del multiplicador. Cuando contrastamos el modelo con la realidad, surge una contradicción esencial, la causalidad prevista es justo la inversa. He de señalar, que en la realidad, la base monetaria no es meramente el efectivo, sino que incluyen las reservas del banco central que no explicitan en el modelo del multiplicador, sin embargo, esa simplificación sería pertinente si la causalidad fuera la prevista, no es el caso. La omisión de las reservas del banco central y que nuestro modelo sea dual, las reservas o dinero del banco central son parte de la base monetaria pero no de la oferta, nos ayudará a comprender porque el modelo del multiplicador es erróneo.



La segunda predicción es igualmente falsa, comparando el ratio de la deuda privada/dinero en sus diferentes definiciones en EEUU, por ejemplo.





La deuda excede cualquier medida de la cantidad de dinero en abierta contradicción, una vez más, con el modelo.



Los hechos son claros, ni existen los retardos entre la emisión de efectivo y la concesión de préstamos, en realidad es lo contrario, ni la relación deuda/dinero es la predicha en el modelo. La clave de la cuestión es la que nos explica Basil Moore (1983) citando la frase de un economista de la reserva federal que afirmó en 1969:



En el mundo real, los bancos conceden crédito, creado depósitos en el proceso, luego buscan las reservas.”



Las reservas o dinero del banco central es la clave para entender el funcionamiento de un sistema dual, que no es consistente con el modelo del multiplicador como iremos viendo en esta entrada y en las siguientes. El citado modelo nos da una explicación errónea de los mecanismos causales, lo que conduce a afrontar los problemas con herramientas equivocadas. Una de las cuestiones básicas es que del modelo se desprende la idea de que los bancos centrales controlan la oferta monetaria, lo que constituye el punto de apoyo para las críticas, en especial de la escuela austriaca, a la laxitud de estos sometidos a los caprichos del gobierno de turno. Esa narrativa, ha penetrado profundamente en la agenda política con la insistencia en la total independencia de los bancos centrales del poder político. Lo cierto es que el problema es que son los bancos privados y aquellos pocos que los controlan, que no rinden cuentas ante nadie, excepto y escasamente ante sus accionistas, los que llevan la batuta en un instrumento tan decisivo como la creación de dinero, una vez hemos abandonado las veleidades de su neutralidad. Si comprobamos la causalidad tal como nos la evoca la cita anterior veremos que el banco central tiene dos opciones:



  • Rechazar la demanda del banco y provocar un pánico bancario
  • Acceder a crear las reservas necesarias a cambio de garantías, que serán de menos calidad cuanto más apurada sea la situación



Existiría una tercera opción que sería rebajar el requerimiento de reservas, el encaje, pero eso nos conduce a ver el funcionamiento del sistema de manera equivocada. En realidad, el requerimiento de reservas que no existe en todas las zonas monetarias, es irrelevante. Las reservas son necesarias para saldar las operaciones entre bancos por el neto (posteriormente ampliaremos este punto), por lo que las reservas necesarias no son función de lo que el banco central decida sino de otros factores, como el número de bancos, su tamaño relativo etc... que harán que las reservas del sistema en su conjunto para saldar las operaciones sean unas u otras, no un porcentaje de los depósitos.



Ante lo expuesto, el paradigma neoclásico ignora los problemas del modelo del multiplicador y soslaya las críticas lo que constituye una patología recurrente.



Loanable funds vs Teoría endógena



El modelo de los “loanable funds” considera a los bancos como meros intermediarios entre agentes pacientes que no desean consumir durante un determinado período y, ceden su dinero para que el banco se lo preste a su vez a los agentes impacientes. En este modelo, la deuda no es relevante a nivel agregado pues lo que para unos es deuda para otros es un activo. Si no difieren excesivamente en su propensión marginal al consumo, lo dejado de gastar por unos se compensará con lo gastado en exceso por los prestatarios y los efectos se cancelarán, teniendo en cuenta el llamado efecto riqueza. En palabras de Paul Krugman:



Ignorando el componente extranjero, o mirando el mundo en su conjunto, veremos que el nivel de deuda no influye en la riqueza neta agregada—el pasivo de una persona es el activo de otra. Se sigue, que el nivel de deuda solo importa si la distribución de la riqueza es relevante, si los prestatarios altamente endeudados hacen frente a restricciones distintas de los prestatarios con endeudamiento reducido.



Una versión modelizada del funcionamiento de los “loanable funds” es descrita por Keen (2015) de la siguiente forma: una economía con tres sectores, donde uno de ellos presta reduciendo su consumo que aumenta en el sector que recibe los fondos. El gasto monetario de cada sector está representado por la letra G siendo el primer subíndice el sector de salida de los fondos y el segundo el sector que recibe dichos fondos. El préstamo (deuda) está representado por la letra D que es un aumento de los fondos disponibles del sector 1 (prestatario) que lo utiliza en aumentar su gasto tanto en el sector 2 como en el sector 3. La α es el porcentaje del préstamo destinada a adquisiciones del sector 2 siendo (1- α) el destinado al sector 3. El sector 2 que es el prestamista, el agente paciente, al reducir su gasto, reduce sus flujos monetarios al resto de sectores. La β es el porcentaje de reducción de su gasto destinado al sector 1, siendo (1- β) la reducción del gasto destinado al sector 3. El sector 3 no se ve afectado y mantiene inalteradas sus adquisiciones y los flujos de fondos que destina a los otros sectores.




La demanda agregada (DA) es igual al ingreso agregado (IA) en el modelo. Se cancelan todos los efectos derivados del préstamo en el nivel agregado de acuerdo con el modelo de los “loanable funds” (LF). La diagonal de la matriz nos da el gasto realizado por el conjunto de sectores, es decir, la DA. El resto de “casillas” nos proporciona los ingresos recibidos por el conjunto de sectores, el IA.



Si en lugar de ser el sector 2 el que presta al 1, se trata de un banco que crea capacidad adquisitiva sin que exista un agente paciente que renuncie temporalmente a la misma la situación de los tres sectores sería como sigue:






Este caso, el modelo de la creación de dinero endógeno (DE), es en el cual la capacidad adquisitiva se crea ex-nihilo, sin necesidad de que exista el agente paciente que renuncia a ejercer su poder adquisitivo. El sector que crea esta capacidad adquisitiva que antes no existía es el bancario que no está representado en el cuadro.



En este caso, el registro ex-post de la DA como la IA se han incrementado en el aumento de deuda representado por Δ D.



Para completar el modelo, introducimos algunas variables, como el interés que se paga al banco o el que los sectores reciben por sus depósitos, además de tener en cuenta la demanda del propio sector bancario sobre los otros sectores, tendremos una visión más cabal del proceso, aunque también ligeramente más complicada. El sector 1 sigue siendo el sector que aumenta su gasto financiado mediante deuda bancaria.



La letra S (sectores) con sus correspondientes subíndices, son los depósitos de cada sector que mantienen con el sector bancario y por los cuales reciben una remuneración . Como estamos considerando los flujos monetarios, las adquisiciones de un sector en otro se realizan mediante el movimiento de fondos entre las cuentas de estos sectores. La letra griega τ representa el ratio de los fondos que un sector gasta en otro, siendo el primer subindice de la citada letra el sector pagador o de salida de los fondos y el segundo subíndice nos indica el sector que recibe los fondos. En este modelo, es el sector 1 el que se endeuda con el banco y por cuya deuda paga que es el ingreso que el banco recibe. El sector bancario está representado en la última columna. En general > que representa la retribución de los depósitos de los diferentes sectores. Finalmente, para proporcionar mayor realismo al modelo, la inyección de deuda no es instantánea sino que se trata de un flujo.






Como los modelos anteriores la diagonal principal de la matriz representa la DA de todos los sectores.






La suma del resto de los elementos de la matriz son la IA, lo flujos monetarios que reciben el conjunto de los sectores.






De nuevo, como no podría se de otra forma, ex-post, la DA y el IA coinciden. Sin embargo, analicemos un poco más los términos tanto de la DA como de la IA porque nos explican bastante más de los que a primera vista podría parecer.



- Gasto financiado por dinero existente.






- Transacciones financieras en términos brutos.






- Variación de la deuda.








La suma de cada una de las columnas de la matriz nos dice cuál es el balance de fondos sectorial, los flujos de entrada y salida.



Como dice Steve Keen (2015):



El punto de inicio de la teoría monetaria endógena es que el ritmo de variación de la oferta monetaria es idénticamente igual al ritmo de variación de la deuda.”



Lo que expresado en términos matemáticos se traduce en:






Por lo tanto, la oferta monetaria es la cantidad inicial de dinero fiat más el actual nivel de deuda.






Por ello, Keen nos propone una versión dinámica sin equilibrio con dinero endógeno de la ecuación de cambio monetarista que es reveladora de lo que falta en la teoría cuantitativa del dinero.






Lo que falta resulta evidente:






En otras palabras, la variación de la deuda y las propias transacciones financieras.



Si estudiamos su comportamiento dinámico veremos por qué es importante la velocidad y la aceleración de la deuda como comentábamos de forma literaria en la anterior entrada en el modelo de Schumpeter.






La síntesis neoclásica ignora casi totalmente el papel de la deuda en el sistema como hemos visto con la teoría dominante de los loanable funds y, en consecuencia, el papel que juega el sistema financiero y la creación de dinero. Como la demanda agregada es igual a la oferta agregada, las variaciones de deuda juegan únicamente un limitado papel redistributivo, como indicaba Krugman.



Mecanismo de la creación de dinero endógena



Veamos el proceso cuando el pago se financia por dinero existente y cuando se hace mediante la creación de dinero por medio de deuda.



A nivel básico, la creación de dinero es muy fácil de observar utilizando la contabilidad de partida doble de acreedores y deudores a través del sistema bancario.








El sistema de registro requiere algunas precisiones.



  1. El convenio de los signos es el siguiente: signo positivo en el activo es un aumento de los activos del banco, en el pasivo significa una disminución de las obligaciones. Por el contrario, un signo negativo es una disminución del activo y un aumento del pasivo para el banco que, en consecuencia, aumenta sus obligaciones. Por ejemplo, en la concesión del préstamo el activo del banco aumenta y, asimismo, su pasivo ya que el depósito del cliente aumenta en el importe concedido.
  2. La creación de dinero debe interpretarse como el aumento o disminución de las obligaciones del banco. En el pago con dinero existente, para el banco del comprador hay una disminución de su obligación con el cliente. En el caso del pago del crédito separado en dos etapas, concesión y pago posterior, el resultado es que no hay una disminución de las obligaciones.



Veamos que sucede en el banco del vendedor.








Para el comprador es indiferente como se realice la operación, la deuda entre comprador y vendedor queda saldada ya sea el pago con dinero existente o con dinero que proviene del crédito. Sin embargo a efectos de la creación de dinero no sucede lo mismo.



En el cobro/pago con dinero existente, lo que hemos denominado creación de dinero es 0. En el caso de cobro/pago mediante un préstamo que solicita el comprador hay un aumento de las obligaciones del banco del vendedor que no son canceladas de la misma forma por una disminución paralela en el banco del comprador. El resultado es que se crea dinero por el importe del préstamo.



¿Qué sucede entre los dos bancos?, ¿cómo y dónde saldan las operaciones?. Lo hacen en el banco central de la siguiente forma.





Las reservas del banco vendedor aumentan en ambos casos. Eso significa que, contablemente, para el banco central sus obligaciones con este banco aumentan, por eso el signo negativo. Exactamente lo opuesto con el banco del comprador, cuyas reservas disminuyen lo que se refleja en el signo positivo, disminución de obligaciones. No existe creación de reservas sino un trasvase de reservas del banco del comprador al banco del vendedor.



Nos podemos cuestionar que sucede con las reservas del banco central. En el momento de conceder el crédito no necesita las reservas, pero si en el momento de realizar el pago. Si es un depósito de dinero existente, esas reservas existen gracias al depósito. Hagamos algunas consideraciones importantes que se producen a nivel agregado.



En primer lugar, estamos estudiando una operación aislada, pero los bancos saldan las operaciones por el neto, en otras palabras, como existe multiplicidad de operaciones cruzadas, el total de reservas o dinero del banco central empleado en saldarlas es muy inferior al total bruto. En consecuencia, un banco sólo necesita una fracción en reservas del total de operaciones para saldar sus cuentas con el resto del sistema bancario. Señalar que cuanto menos bancos haya y de mayor tamaño, menos reservas serán necesarias pues muchas operaciones serán entre clientes del propio banco que no requieren reservas del banco central como veremos posteriormente.



En segundo lugar, aunque pueda parecer que las reservas puedan limitar la creación de dinero, algo parecido al modelo del multiplicador, dejando en manos del banco central el control último de la oferta monetaria, eso es desmentido por la realidad. Ya hemos mencionado que los bancos prestan y luego buscan las reservas que el banco central suministra a demanda. Primero, el banco comercial las busca en el mercado interbancario, pero si no las encuentra para evitar problemas de liquidez que dan lugar a los temibles pánicos bancarios, el banco central interviene inyectando liquidez. Además, los pánicos, crisis de liquidez, conllevan venta de activos con precipitadas (fire sell) que acaban convertidas en crisis de solvencia que se transmiten al conjunto del sistema, extremadamente frágil e interconectado. En palabras de un alto directivo bancario, tener el banco más saneado del sistema es equivalente a tener la suite presidencial en el Titanic, no se me ocurre una metáfora mejor.



El propio BCE no tiene dudas sobre el real funcionamiento del sistema, desmintiendo aquella tópica imagen de la máquina de fabricar billetes que denota un pobre entendimiento del sistema bancario moderno:



La aparición de importantes excedentes de liquidez del banco central, en si misma, no implica necesáriamente la expansión acelerada del crédito bancario al sector privado. Si las instituciones de crédito están constreñidas en su capacidad para prestar por sus reservas del banco central, entonces el alivio de esa restricción resultaría mecánicamente en un aumento de la oferta de crédito. El Eurosistema, sin embargo, como único proveedor de las reservas del banco central en el área Euro, siempre proporciona al sistema bancario con la liquidez requerida para alcanzar el nivel de reservas agregado requerido. De hecho, los requerimientos de reservas del BCE son en retrospectiva, por ejemplo, dependen del nivel de depósitos (y otros pasivos de las instituciones de crédito) sujetas a requerimientos de reservas establecidas en el período anterior, y de esta forma después de que los bancos hayan ampliado el crédito de acuerdo con lo demandado por sus clientes….”



En el caso de funcionamiento normal de los mercados interbancario, el Eurosistema siempre proporciona las reservas del banco central de forma agregada, las cuales en ese caso son intercambiadas entre los bancos y, por consiguiente, redistribuidas dentro del sistema bancario de acuerdo con las necesidades. El Eurosistema, de esta forma, acomoda en todo momento la demanda agregada de reservas del banco central y, persigue influenciar las condiciones de financiación a través del manejo de los tipos de interés a corto plazo.



Como también veremos en entradas posteriores, el manejo de los tipos de interés a corto sobre la base monetaria que es el margen de actuación de los bancos centrales es un instrumento tosco y poco efectivo de control. El banco central se encuentra extraordinariamente restringido en sus actuaciones por el mantenimiento de la estabilidad financiera, especialmente del sistema de pagos cuyo colapso provocaría un caos en la economía real.



Finalmente, nuestro sistema monetario es dual, aunque con la misma denominación y valor, las reservas del banco central no forman parte del dinero en circulación, son un sistema de saldar operaciones entre los bancos, que junto al gobierno, son los únicos con acceso a cuentas en el banco central y al dinero del banco central. Las reservas, debido a que las operaciones se cancelan multilateralmente por el neto son meramente una fracción del total bruto de operaciones y, el banco central, en términos generales, las suministra a demanda por las razones que hemos expuesto en los párrafos anteriores. Por lo tanto, la variaciones en las reservas no son variaciones en la oferta monetaria, lo pueden ser pero necesitan que funcione el mecanismo de transmisión que como nos explica el BCE fluye, normalmente, del crédito a las reservas y, no al revés.



En todo caso, en un sistema cada vez más concentrado, como se ha mencionado, son cada vez más abundantes las operaciones que no signifiquen movimiento de reservas en el banco central y, exista creación de dinero.






No se requieren reservas pues las operaciones son dentro de la propia entidad que se saldan internamente, por ello no existe descuadre, pues la compra con crédito se cancela con el cobro mediante crédito. El resultado en cuanto a la creación de dinero, es idéntico a cuando intervienen dos bancos y el banco central.



Conclusiones



Esta es una entrada eminentemente técnica que presenta los dos grandes modelos contrapuestos para explicar el funcionamiento del sistema monetario. La teoría monetaria endógena se aleja radicalmente del concepto dominante de meros intercambios donde la deuda y el dinero no son relevantes a nivel agregado y, resulta un argumento en favor del dinero soberano.



Es posible que ésto entre en aparente contradicción con las actuales narrativas de austeridad y de la imprescindible reducción del gasto público para reducir tanto el déficit como la deuda. Sin embargo, es una mera apariencia ante la falta de un modelo que pueda dar cuenta de los hechos. La austeridad entendida como consolidación fiscal ignora deliberadamente los mecanismos de creación de dinero para desviar el foco a un presunto problema que no es más que un síntoma y que, en realidad, contribuye a ahondar el problema.



Un modelo monetario del capitalismo nos muestra que el aumento de deuda se traslada a un aumento de la demanda agregada y, a su vez, en el ingreso medidos ex-post. Sin los bancos prestando dinero, que significa creación de poder adquisitivo previamente inexistente, el sistema entra en una espiral recesiva. No solo es necesario que los bancos creen dinero sino que lo hagan a un ritmo creciente en términos netos para que el sistema crezca.



El dinero soberano es una forma, la mejor disponible en mi opinión, de conseguir que los mecanismos de creación de dinero se alineen con el resto de políticas económicas para conseguir un mejor manejo de nuestra economía. Como cualquier mecanismo no está exento de problemas, pero si dejamos de lado la ideología dominante a un lado y nos concentramos en los hechos, la actual regulación supone un completo fracaso que además deja en manos de muy pocas personas que no tienen que responder ante los ciudadanos, un mecanismo esencial para una sociedad moderna como es la creación de dinero.